Luego la trasladaba a la barraca donde se la clasificaba y se procedía a enfardarla.
La prensa para esta tarea consistió primero en una máquina de dos cajones que funcionaba a vapor. Para ello contaba con una que, debido al problema de la provisión de agua existente por entonces en Bahía Blanca, se había proyectado con un gran depósito subterráneo que almacenaba el agua de lluvia de los techos.
Más tarde esta prensa fue reemplazada por una más moderna de tres cajones giratorios accionada por sistema eléctrico.
Cada fardo prensado pesaba aproximadamente cuatrocientos veinte kilos, esto se realizaba para aprovechar al máximo la relación volumen - peso y abaratar así los fletes de exportación.
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